Testimonio Nicole Nuluart y Carlos Flores
“Creo que es fundamental que el corazón esté sano para dar y para recibir amor”
Cuando Nicole, Carlos, Antonia, Renata y Dominga se enteraron que recibirían una guagüita de acogida, se pusieron nerviosos y ansiosos como si fuese a llegar un hermanito nuevo. Para Nicole, la idea de ser familia de acogida nació de sus hijas, que hace algunos años querían que los papás tuvieran otro bebé.
“Yo ya no podía tener otra guagua, y en broma les dije que no quería tener otro hijo porque estaba contenta y agradecida con las tres que tenía”. Pero las niñitas no se quedaron tranquilas, y Nicole les dijo que si ellas conseguían una guagüita que cuando creciera ya no fuera más su responsabilidad, feliz la tenía.
Luego de un tiempo, Antonia, la mayor de las tres hijas, que en ese entonces tenía 16 años, llegó con una revista en la cual había una entrevista al precursor de las familias de acogida en Chile. Se acercó y le dijo: “¡Mira mamá! Esto existe y nosotros podemos tener una guagüita mientras le encuentran un hogar”.
Nicole recuerda que cuando leyeron esa entrevista fueron conscientes de que existía esa realidad tan desoladora. “Eran niños que estaban solitos en una cuna esperando que su situación se resuelva. Esto conmovió nuestros corazones de sobremanera, pero en ese entonces tuvimos problemas económicos que nos hicieron posponer esta decisión por cuatro años. Cuando al fin pudimos reponernos financieramente, lo primero que hicimos fue acordar que queríamos invitar a nuestra casa a un niño que lo necesitara”.
A pesar de que era una decisión unánime de la familia, la intención partió por las hijas, luego se sumó Carlos, el marido, y la última en estar de acuerdo fue Nicole, porque sabía que ser familia de acogida implicaba ser mamá de acogida, “y la mamá es la que tiene la mayor responsabilidad. Por eso me demoré un poquito en asumir y darme cuenta si realmente estaba dispuesta a criar de nuevo a una guagüita tan pequeña”.
Acto seguido, comenzaron a buscar información en internet. “Así supimos de FAE, mientras buscábamos dónde acercarnos para postular a ser familia de acogida”.
Nicole cuenta que fue un periodo de espera y entrevistas. “Ahí nos citaron a una reunión para explicarnos en qué consistía todo el proceso y la responsabilidad que significaba acoger a un niño. Nos quitaron esa fantasía romántica y la pusieron sobre la tierra, contándonos qué tipos de niños eran, el tiempo que duraba y la verdad es que al principio esa información fue chocante, porque era más tiempo del que pensábamos, además eran niños con realidades más complejas de las que creíamos, pero todo eso no nos hizo desistir de las ganas de hacerlo”.
Luego de varias entrevistas de personalidad y psicosociales, tanto a Nicole como a Carlos, le hicieron una entrevista a las niñitas y visitaron la casa. El proceso con FAE demoró nueve meses aproximadamente, hasta la entrega del primer niño.
“Cuando nos avisaron que éramos aptos para la responsabilidad y dijeron que sí fue como si nos hubiésemos enterado que íbamos a tener un hijo, e inmediatamente nos pusimos a preparar todo para la llegada de la guagüita”.
Inicialmente les habían dicho que les iban a entregar a una niñita entre 6 meses y un año, pero finalmente llegó Santiago, un recién nacido que tenían que ir a buscar al hospital. “Santiaguito estaba sanito, estaba en perfectas condiciones, era un niño cuya mamá no había podido hacerse cargo de él; llegó a nuestra casa los últimos días de agosto y se quedó hasta el 23 de diciembre con nosotros, día en que fue entregado en adopción”, cuenta.
Cuando los Flores-Nualart recibieron a Santiago, MOVAC aún no se había formado, por lo que no contaron con el apoyo del movimiento, pero sí recibieron cariño y apoyo de la iglesia donde presentaron al niño a la comunidad y fue bendecido.
Para Nicole, el apoyo de FAE también fue importante para sentirse acompañada. “Teníamos una dupla de psicóloga y asistente social que estaban a cargo del cuidado del niño y venían a visitarnos de manera constante una o dos veces a la semana. Ya más adelante venían cada 10 días, me imagino porque se dieron cuenta que el niño estaba bien. Ellas traían pañales y leche, y ante cualquier situación que ocurriera con Santiaguito yo llamaba a la enfermera de FAE que me daba pautas, nos recordaba las vacunas y los controles del consultorio. Siempre fueron muy atentos con nosotros, entregándonos, además, contención en términos afectivos”.
Para Nicole y su familia, tener a Santiago fue maravilloso, a veces cansador obviamente, pero la recuerdan como una época llena de amor. “Yo era una mujer de 42 años en ese momento, había tenido mi última guagua hacía doce años atrás, y había perdido plenamente la costumbre de despertarme a hacer mamaderas. Además, no es lo mismo amamantar una guagua que preparar la leche ¡Me acuerdo haberme quemado los dedos haciendo la mamadera!”.
Sin embargo, reconoce que no fue tan difícil, ya que la familia incorporó a Santi a su cotidianeidad y a sus vidas. “Teníamos mochilas donde él estaba colgado el día entero de alguna de las niñitas o del papá. Tenía su cunita al lado de mi cama. Y la verdad, es que al cabo de un tiempo, contra todas las leyes, lo metíamos a nuestra cama acurrucado y la siesta la dormía conmigo. Era rico tenerlo, era delicioso. Nunca tuvimos ningún problema con Santiaguito. Nunca se enfermó, no era una guagua llorona”.
Para ella, Santiago se sentía tremendamente amado. “Tenía tantas personas preocupadas de él, dispuestas a estar mimándolo y acurrucándolo, que pienso que se sentía siempre cobijado, cuidado y amado”.
Después de Santiago, los Flores-Nualart tuvieron un segundo niño. “Cinco meses después de su partida acogimos a Valentino, el amor de nuestra vida. La situación de Valentino era radicalmente distinta a la de Santiaguito, porque una noche nos llamaron después de que se había hecho un allanamiento en una casa y tenían a un niñito que necesitaba una familia que lo recibiera y sino tendría que irse a una institución”.
“Al principio, nosotros no queríamos un niño de esa edad, nos parecía que era mucho, pero cuando nos dimos cuenta que si decíamos que no, el niño se iba a ir a una institución, estuvimos de acuerdo en que lo trajeran”.
Valentino tenía tres años y medio cuando lo recibieron y venía de una condición familiar muy difícil, ya que sus padres estaban presos. “A diferencia de Santi, Valentino venía con bastante daño, muy sobre adaptado, bastante agresivo, estaba acostumbrado a estar solito y había sufrido momentos de violencia, lo maltrataban mojándolo, lo manguereaban, y por eso tenía fobia al agua”.
Nicole reconoce que al principio fue más difícil vincularse con él, porque tenía rechazo a los demás y trataba de reafirmarlo constantemente con los miembros de la familia. “Estaba constantemente agrediéndonos y violentándonos a todos. Sin embargo, como familia fuimos enfáticos en recalcarle que nosotros no íbamos a ser violentos con él y que lo íbamos a amar, que no lo íbamos a echar, independiente de lo que pasara”.
En este segundo acogimiento, Movimiento Acogida fue muy importante, ya que les sirvió de contención y acompañamiento cristiano, además de poder compartir con otras familias que estaban acogiendo niños. “Yo estuve mucho más en contacto con otras madres cristianas que nos acompañábamos mucho, que teníamos una misma visión. De hecho, había otra mamá de MOVAC con la que juntábamos a los niños para que jugaran y eso fue muy bonito, como hermanas criando. Eso nos permitió acompañarnos mucho”, recuerda.
Nicole recalca que MOVAC acompaña de manera constante a todas las familias de acogida del movimiento. “Creo que el estar compartiendo una experiencia tan potente en una comunidad con tus mismas creencias y valores, la verdad es que da mucha tranquilidad. La Biblia dice que cuando dos o más personas se reúnen en su nombre, Dios oye especialmente esa oración, entonces imagínate cuando estás en MOVAC, donde sabes que son muchos los que están orando por los niños, te sientes protegido y parte de un grupo”.
Ella se refiere con cariño a Paulita Téllez, una doctora que trabaja con el movimiento y que está de forma permanente apoyando a las familias y dando consejería médica. “Su disposición realmente fue absoluta y súper generosa con nosotros. Cada vez que necesitamos ayuda, ella estuvo allí para nosotros”, recuerda.
La salida de Valentino fue muy distinta a la salida de Santiago. Este último se fue en adopción de inmediato, incluso Nicole y su familia tuvieron la oportunidad de conocer a sus padres adoptivos. “Pero después de eso nunca más lo volvimos a ver y ya han pasado casi dos años”.
Valentino en cambio, volvió a su familia de origen. “Cuando nosotros lo entregamos fue una entrega muy pausada, estuvimos como un mes soltando de apoco, hasta que finalmente en septiembre, él se fue definitivamente; claro que la verdad es que nunca se ha ido de nuestra familia. Incluso pasó las vacaciones de verano con nosotros. Con la familia de Valentino nos juntábamos constantemente hasta antes de la pandemia. Nos veíamos todas las semanas, él venía o nosotros íbamos a verlo. Pasamos la Navidad las dos familias reunidas. Y él hoy día relata que tiene dos mamás y dos papás y que hay niños que tienen una mamá que los ama, pero él tiene más suerte porque tiene dos mamás y dos papás, porque él es muy amado por Dios”.
Ambas familias han establecido un vínculo de cooperación en la crianza que, lo que a juicio de Nicole ha sido una maravilla.
Uno de los mayores aprendizajes que la familia atesora, es la profunda huella de amor que ha dejado en sus vidas estas experiencias. “Aprendimos que el amor siempre puede más que todo y que la decisión de dar amor es una plataforma para desarrollar las capacidades para todo lo demás que nos toca en la vida. También aprendimos que nosotros ponemos el querer y Dios es el que pone el hacer, porque con todo lo difícil que es cuidar y criar a un niño, cuando uno lo hace desde el amor funciona y funciona bien”.
Nicole agrega que conocieron otra faceta de la familia. “Nos reencontramos desde otra mirada, en nuestro matrimonio y en nuestro hogar. Fue precioso ver que nosotros como equipo, podíamos cambiar la vida de alguien”.
Cuando piensa en entregar un consejo para otras familias de acogida, o bien motivar a personas que tengan esta inquietud, recalca lo importante que es para el ser humano recibir amor, cariño y contención. “Creo que es fundamental que el corazón esté sano para poder dar y recibir amor. Con Valentino esto se nos hizo tan evidente que él cuando se fue sintiéndose amado, se soltó y se dio permiso para recibir ese cariño y después de eso se dio permiso para amar. Creo que a ambos niños les entregamos una plataforma para que sus corazones estén sanos y puedan recibir y dar amor”.
Frente a la pregunta de si volverían a ser familia de acogida, asegura que no hay nada que los pueda detener de hacerlo. “Es verdad que uno debe salir un poco de sí mismo para poder disponerse a cuidar y a querer. Sin embargo, la ganancia que uno recibe es tan grande cuando uno está amando, es un regocijo y orgullo que se siente ser parte de algo grande. Nosotros como familia queremos volver a vivirlo, estamos esperando a un nuevo niño y lo queremos hacer mientras el cuerpo nos acompañe. Y digo el cuerpo, porque se necesita trabajo físico para tener un niño. Pero mientras nuestro cuerpo pueda cuidar a un niño lo queremos hacer para siempre. Ya encontramos gracia en esto y sin duda es una alegría que no queremos dejar de tener nunca”.
Para Nicole, no podemos esperar tener un mejor país, ni una mejor sociedad con tanta gente que parte la vida con el corazón roto. “Hay tantos niños solos, abandonados o a los que nadie tiene el espacio para entregarles cariño. En los hogares de guardería, los niños son atendidos para que puedan sobrevivir, pero no son cuidados para que tengan una vida plena. Y la única manera en que vamos a lograr vivir en una sociedad sana, siendo buenos ciudadanos, es que tengamos corazones sanos, que puedan amar al prójimo, a la comunidad, al país, a Dios. Pero cuando un niño crece en soledad, parte dañado, con el corazón roto. Yo creo que una buena manera de cambiar el mundo es ayudando a que esos corazoncitos se mantengan sanos y permeables al amor”.